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El pasado día 13, a la edad de 79 años, falleció el profesor Benedict Anderson, un estudioso del nacionalismo y especialista sobre la Indonesia del siglo XX. Hermano del historiador Perry Anderson. Benedict se hizo conocido internacionalmente por su obra “Comunidades imaginadas”(1983), procedente de la tradición marxista, va algo mas allá del paradigma modernista clásico. En la aproximación de Anderson, la nación se ve como una ¨comunidad política imaginada¨. Aunque hay que precisar, dado el uso y abuso que se suele hacer de dicha fórmula, que su idea del carácter imaginado de la comunidad tiene más que ver con la imaginación y la creación que con la fabricación y la falsedad que parecen derivarse de afirmaciones como las de que el nacionalismo inventa naciones donde no existen.

Existen muchos ejemplos de invención o construcción, pero para que estos intentos tengan éxito deben basarse en elementos sociales y culturales preexistentes. Así por ejemplo, tanto el nombre como el Estado nacional de Pakistán fueron una invención. El nombre se debe a un estudiante de Cambridge y, el Estado nacional, al partido de Jinnah. Pero la idea no hubiera tenido éxito, si los musulmanes del norte de la India no hubieran adquirido previamente un gran sentido de su etnicidad basada en una religión compartida, religión que los diferenciaba del resto de los indios. Teniendo en cuenta la fuerza y la concentración de los sentimientos musulmanes en el subcontinente, era más que probable que en una era de difusión del nacionalismo político y la autoafirmación comunitaria, acabara tomando forma algo como Pakistán.

Para Anderson las naciones y el nacionalismo son productos culturales modernos de un tipo especial que sería “más fácil si lo estudiáramos en relación a fenómenos como el parentesco o la religión, en vez de vincularlo al liberalismo o al fascismo”.

Considera la nación como una comunidad imaginada caracterizada por su limitación espacial y por su aspiración a la soberanía política. La nación es imaginada porque ni los miembros de la nación más pequeña conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas y aun así “en la mente de cada uno está presente la imagen de su comunión”. Todas las comunidades mayores a un pueblo donde no exista un contacto cara a cara son imaginadas, lo que distingue a la nación es la forma en la que es imaginada. Esto es, se la imagina limitada, las naciones tienen fronteras finitas, aunque elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones. Se la imagina soberana porque, en una era de Ilustración y Revolución, las naciones aspiran a ser libres lo que implica erigirse en Estado soberano. Se la imagina como una comunidad porque “la nación siempre es concebida en términos de una profunda camaradería horizontal”. Esta fraternidad es la que permite que millones de personas maten y estén dispuestas a morir por imaginaciones tan limitadas.

El nacionalismo será la fuerza ideológica capaz de dar vida a esta comunidad, al tiempo que el resultado de un proceso en el que junto a la erosión de la religión, las lenguas sagradas y las viejas monarquías se ha producido “la medio fortuita, pero explosiva interacción entre un sistema de producción (el capitalismo), una tecnología de la comunicación (imprenta) y la fatalidad de la humana diversidad lingüística”.

                                                                                              17­-12­-15