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(publicado en pensamientocritico.org, junio 2018)

El bicentenario de Marx ha sido celebrado no solo en Tréveris, la ciudad natal de Marx, sino también en numerosas ciudades y localidades de todo el mundo. Con este motivo, se han multiplicado los balances sobre la vida y obra del pensador alemán, máximo teórico de la crítica al capitalismo.

El propio itinerario biográfico de Marx ha conocido en estos días un interés renovado. Por una parte, hacía pocos meses que se estrenaba en Europa “El joven Karl Marx”, el film del haitiano Raoul Peck, y, por otra, Penguin lanzaba hace apenas dos años Karl Marx. Greatness and Illusion (Karl Marx. Grandeza e ilusión), un volumen de 800 páginas del historiador de la Universidad de Cambridge Gareth Stedman Jones, cuya versión española acaba de ser editada por Taurus. Así mismo, el filósofo alemán Michael Heinrich que participa en el proyecto MEGA 2, un monumental esfuerzo internacional para la publicación de las obras completas de Marx y Engels, formado en la escuela del marxismo crítico de Elmar Altvater, anunciaba su ambiciosa biografía intelectual y política Karl Marx y el nacimiento de la sociedad moderna. Una obra que se dividirá en tres volúmenes, de los cuales el primero acaba de salir en Alemania con motivo del bicentenario y los otros dos volúmenes están previstos para 2020 y 2022.

Marx sin “ismos”

Marx ha sido objeto de numerosas biografías de todo tipo, desde aquella pionera de Franz Mehring en 1918 hasta la de David McLellan Karl Marx. Su vida y sus ideas, publicada en 1973, considerada, en un tiempo, como la mejor y la más original. Estos nuevos biógrafos se esfuerzan por restituir a Marx a sus coordenadas históricas. Un Marx sin “ismos” que diría Paco Fernández Buey, sin los ismos que se crearon en su nombre y contra su nombre. Un Marx sin beatería, más secularizado, menos sujetado a las experiencias políticas y los sistemas ideológicos del siglo XX. Como otros biógrafos, Gareth Stedman intenta separar a Marx del marxismo, de la aplicación que de él se haría en el siglo XX. “Marx, dice el historiador, no habría aprobado los Estados autoritarios que se declaraban socialistas. Marx creía en la emancipación humana y lo que ofrecían estos países era sólo una dictadura. Lenin y Stalin manipularon sus ideas, leyeron lo que les interesó y lo mezclaron todo”. El propósito declarado de Gareth Stedman es situarle en el contexto del pensamiento alemán y europeo del siglo XIX y entender qué ha sucedido con las distorsiones, dogmatismos y malas interpretaciones que le han seguido, porque los planteamientos del materialismo dialéctico, dice, están más relacionados con la lectura de Engels que con los escritos de Marx. Sostiene que “Karl Marx no hubiera aceptado la interpretación que se ha hecho de su obra” y que el marxismo fue un invento interesado que hicieron de sus trabajos tras su muerte los socialdemócratas alemanes y, sobre todo, Engels.

Michael Heinrich, por el contrario, ha venido sosteniendo hasta ahora que si bien históricamente hablando la popularización de las últimas obras de Engels, en particular su Anti-Dühring, constituyó el punto de partida para la construcción del “marxismo”, sería un reduccionismo hacer de Engels el “inventor” del marxismo. Fue sólo bajo la presión de Bebel y Liebknecht que Engels se enfrentó en la década de 1870 a las opiniones del profesor universitario alemán Eugen Dühring, quien ganaba cada vez más adeptos entre la socialdemocracia alemana. Ya que Dühring afirmaba haber conformado un nuevo “sistema” integral de filosofía, historia, economía y ciencias naturales, Engels tuvo que seguirlo a todas estas áreas, pero no sin hacer hincapié en el prólogo para la primera edición en que su texto “no puede tener la finalidad de oponer al “sistema” del señor Dühring otro sistema”. Advertencia que cayó en saco roto. Históricamente, el Anti-Dühring acabó convirtiéndose precisamente en el punto de partida para ese “sistema” que se hizo famoso con el nombre de marxismo1. En la misma línea de protesta contra el engelsianismo, identificado con la escolástica soviética, considerado el responsable del extremismo ideológico y de la trágica historia del comunismo del siglo XX, se levanta la biografía de Friedrich Engels de Tristram Hunt El gentleman comunista (Anagrama, 2011)2.

El problema con los intérpretes de Karl Marx ha sido siempre el de distinguir entre lo que dijo, lo que quería decir y lo que sus seguidores querían que hubiera dicho.

En mi opinión, separar a Marx del marxismo, con todos los problemas que entraña, es un intento complicado pero interesante siempre y cuando no se establezca una diferencia absoluta. Marx está en el marxismo o en los marxismos, seleccionado, simplificado, caricaturizado o tergiversado, más en unas corrientes y tradiciones que en otras y más en unas personalidades que en otras. Que Marx haya pretendido fundar una cosa llamada marxismo es más que dudoso, sus últimas exploraciones nos informan que no estaba entre sus preocupaciones y que tenía la mente puesta en otros problemas: sobre la evolución histórica de la renta de la tierra en distintas sociedades, la comuna rural rusa y los recientes estudios etnológicos y antropológicos que estaban apareciendo en Alemania, EEUU, Inglaterra y Rusia. Marx no definió a su obra como marxismo, esta tarea, la “promoción del marxismo”, le tocó a Engels. En buena medida, la invención.

A propósito de “Engels fundador del marxismo”

Recién fallecido Marx, Engels confesaba a Sorge que era mejor que se lo hubiera llevado la muerte, ya que: “…vivir teniendo ante él numerosos trabajos inacabados, devorado por el ansia de acabarlos y la imposibilidad de conseguirlo—esto le hubiera sido mil veces más doloroso que la dulce muerte que se lo ha llevado…” (carta a Sorge, 15 de marzo de 1883).

Lo que encontró Engels era, según el comentario sincero que le hizo a Kautsky, una criptografía propia de un jeroglífico. La parte publicada era sólo la punta de un iceberg, menos de un tercio de su obra, que emergía de una masa sumergida de manuscritos inéditos, apuntes, una abundante correspondencia con terceros, bocetos, notas, en suma, un verdadero continente compuesto con minúscula taquigrafía, que como le escribió a Bebel “nadie más que yo puede descifrar, ciertamente, y con grandes dificultades”. Dar forma a todo ello le llevó a Engels un trabajo de once años. Si ordenó y corrigió o no los materiales como Marx lo hubiera hecho es una cuestión que posteriormente ha sido largamente discutida.

La razón para que Marx no acabara El Capital, los manuscritos de los libros II, III y IV anunciados en el Libro I y de los que, al morir, había dicho que Engels “haría alguna cosa con ellos”, se debió probablemente a un conjunto de factores, además de un problema de salud -los últimos diez años fueron una lucha permanente contra la enfermedad-, a la actitud tan exigente hacia su trabajo, a su talante riguroso para asimilar aportaciones exteriores, para adaptarse a nuevas realidades y, sobre todo, a su imposibilidad de encontrar soluciones satisfactorias a problemas teóricos con los que estuvo luchando por resolverlos hasta su muerte.

McLellan explica la interrupción de la elaboración teórica de Marx exclusivamente por razones de salud3. Para Gareth Stedman la necesidad de enfrentarse a las dificultades teóricas que sus escritos le planteaban provocaba a Marx jaquecas, insomnio y las consabidas dolencias hepáticas, sin duda, dice, “sus dolencias eran genuinas, pero está claro que le dieron una cobertura para dilatar el momento en que debería ajustar cuentas consigo mismo”4. Para Eugenio del Río no es un problema fácil de explicar, hay razones de salud, de tiempo, de dudas acerca de algunas de sus concepciones. “En todo caso, dice del Río, si es seguro que hay un Marx que duda, también lo es que hay otro que no duda respecto al edificio teórico construido”5.

Son las ambigüedades, cambios y tensiones no resueltas en los escritos de Marx, lo que legitimará a los diversos marxismos en su pretensión de apoyarse en su obra. Marx cambió de opinión muchas veces, evolucionó a través de intensas lecturas y de la confrontación con los grandes acontecimientos de su época, inmerso en un mundo ya lejano del nuestro. Cuando escribió en el prólogo al primer volumen de El Capital, “bienvenido sea todo juicio crítico científico”, no era simplemente retórica. Marx era consciente de la provisionalidad y la falibilidad de las afirmaciones científicas. “De omnibus dubitandum” –“todo debe ser puesto en duda”– escribió como respuesta a la pregunta sobre el lema de su vida para un cuestionario de moda que su hija le había dado. La enorme masa de manuscritos que dejó inéditos y las numerosas modificaciones de textos ya publicados dan testimonio del hecho de que no excluía a su propio trabajo de esa duda.

En la última década estudia intensamente. Llena decenas de cuadernos en letra casi ilegible. Se interesa por una gran variedad de temas, entre los cuales destaca, en sus dos últimos años, la situación de Rusia (tras su muerte, Engels encontró dos metros cúbicos de estadísticas rusas entre sus papeles). El Capital es una obra inconclusa, fragmentaria, a la que le faltan partes importantes por elaborar de un vasto proyecto inicial y que acabará convirtiéndose, en manos de sus epígonos, en un texto sagrado y en la ingenua creencia de que en Marx estaba dicho todo y sobre todo y, por tanto, bastaba comprenderlo.

Como escribiera Sacristán acerca de muchos de los temas en discusión de su obra “no creo que esté clara la última palabra de Marx acerca de todas estas cosas que estamos discutiendo. Creo que, a pesar de la aspiración que siempre tuvo de producir obra muy terminada literariamente -lo cual es una de las causas de que dejara tanto manuscrito inédito-, Marx ha muerto sin completar su pensamiento, sin pacificarse consigo”6.

Engels tras la muerte de Marx, se ve enfrentado con la tarea de transmitir su obra a un número creciente de jóvenes socialistas con tendencia a vulgarizarlo, se ve obligado a aceptar y simplificar el paradigma primario, a disimular sus dificultades y a definir concisamente, en vez de evaluar críticamente, sus caracteres esenciales, para facilitar así su transmisión. Apremiado por los socialdemócratas alemanes y rusos, asumió no sin resistencia la tarea de divulgar, concluir y presentar como sistema acabado una teoría en realidad en proceso, abierta e inconclusa. El “ismo” en Marx nació fundamentalmente en las revistas de partido dirigidas por Kautsky y Bernstein, en la correspondencia de Engels con Bebel, en sus textos y prólogos, así como de las polémicas del propio Engels con fracciones, escuelas, críticos, socialistas de cátedra y populistas rusos.

Para el marxismo, que sucede inmediatamente a Marx, el de su yerno Paul Lafargue en Francia, el de Karl Kautsky en Alemania, o el de Plejánov en Rusia y del que Lenin heredaría la idea del marxismo como algo definitivo y completo, Marx no interesaba como un pensador que estaba constantemente aprendiendo y desarrollando sus concepciones teóricas, sino más bien como alguien que producía verdades acabadas –”el marxismo”.

El marxismo nació, se desarrolló, se profesionalizó en escuela y en ideología legitimadora de los Partidos Socialdemócratas y de un poder político, el de la Rusia soviética, cuando la obra de Marx no era aún accesible en su totalidad e incluso cuando importantes partes de su “corpus” estaban inéditas, como fue el caso de los Manuscritos económicos y filosóficos, La Ideología alemana, los Fundamentos de la Crítica de la Economía Política (Grundrisse) y la Teoría sobre la plusvalía que no se publicarían hasta los años treinta y cuarenta7.

El marxismo se constituirá pues partiendo de un desconocimiento generalizado de la obra de Marx, dando pié a multiplicidad de interpretaciones y simplificaciones. A esto habría que añadir que la lectura de su obra era difícil lo que hacía que quienes la leían eran una muy reducida minoría. La mayor parte de los escritos de Marx son incomprensibles si se leen sin tener en consideración el contexto biográfico e histórico en el que fueron producidos.

¿Es Marx hoy relevante? ¿Qué Marx?

Marx fue un filósofo alemán, un humanista en el sentido renacentista, por la diversidad de temas y asuntos humanos que le interesaron, un analista económico, un historiador, un polemista político vigoroso, que simultaneó durante toda su vida la actividad teórica y el compromiso político.

Su obra es un compuesto de análisis social, que se quiere científico, y política. Pero, además, el tipo de análisis social de Marx influido por la idea de totalidad hegeliana, tiene una pretensión mas abarcadora que la que es normal hoy en las ciencias sociales y como política, Marx hace agitación, alienta la fe y hace profecías.

El fin de la guerra fría ha permitido que podamos leer a Marx de una manera menos partidista y prejuiciada, que nos separemos de las interpretaciones mediatizadas por el dogmatismo o la ortodoxia. En suma, que lo podamos estudiar en su totalidad, en sus errores, aportaciones, limitaciones y ambigüedades, sin canonizaciones.

No hay pensamiento humano que no sea deudor de su época, sin fisuras y contradicciones y que no conlleve una variedad de interpretaciones. En filosofía, economía y, en general, en ciencias sociales dos siglos es mucho tiempo para que alguien salga indemne de las transformaciones de todo tipo que han tenido lugar8.

El curso histórico ha desmentido algunas de sus teorías y predicciones, pero también ha revelado algún acierto teórico, algunas ideas originales -en el sentido, siempre relativo, en que se puede hablar de original en la historia de las ideas- y sugerencias valiosas.

El legado más positivo y original de Marx es su concepción de la historia, columna vertebral de su pensamiento, en especial su noción del papel desempeñado por el desarrollo tecnológico. Sin embargo, ya en vida de Marx hubo epígonos que distorsionaron esta concepción convirtiéndola en un mero determinismo económico y fue esa caricatura, que pretendía descifrarlo todo a partir de la acción de factores económicos lo que tuvo más éxito en el marxismo que se difunde a finales del siglo XIX con el nombre de materialismo histórico9. Si el enfoque peculiar de Marx, no la mala copia, se toma como una vía entre otras para aproximarse a las realidades históricas y sociales, puede resultar provechosa. Para Kolakowski, este denominado materialismo histórico: “es un principio heurístico valioso, que obliga al estudioso de conflictos y movimientos de todo tipo -políticos, sociales, intelectuales, religiosos y artísticos- a relacionar sus observaciones con los intereses materiales, incluidos los derivados de la lucha de clases (…) Si esto es obvio, es porque el marxismo lo ha hecho obvio (…) Reconocer dentro de unos límites la validez del materialismo histórico no es lo mismo que reconocer la verdad de que el marxismo es un “sistema” que lo explica todo”10.

Un gran pensador desarrolla y presenta nuevas ideas al mundo y por mucho que intente controlar su significado y uso no puede. En las manos de otras personas las ideas originales se transforman desarrollándose en direcciones y conceptos que poco o nada tienen que ver con el original. El marxismo de Marx no es una excepción.

Marx se presta a muchas interpretaciones. Es claro, por un lado, y ambiguo, por otro, y esta ambigüedad da pie a múltiples lecturas y, por tanto, a interminables disputas escolásticas. El marxismo de finales del siglo XIX y comienzos del XX, incorpora las ideas de Marx de forma selectiva, simplificando, exagerando y deformando esas ideas. Por otra parte, no se puede negar que Marx es, en alguna medida, responsable, por así decirlo, de las ideas hipersimplificadas y vulgarizadas que pueden defenderse mediante muchas citas de su obra, ahora bien, no podemos afirmar que el socialismo despótico que hemos conocido en el siglo XX es el socialismo pretendido por Marx. La versión leninista-estalinista-maoista del comunismo fue una interpretación posible, aunque no la única de la doctrina de Marx, lo que sería caer en el absurdo es decir que fue un resultado directo de la propia ideología. No obstante, el hecho de que los escritos de Marx fueran utilizados de esa forma no es irrelevante y nos debe llevar a preguntarnos qué hay en ellos para que fueran interpretados de esa manera. El comunismo del siglo XX surgió a partir de muchas circunstancias históricas, con la tradición marxista entre ellas y cambió radicalmente el mundo en una dirección que Marx ni siquiera llegó a imaginar. Ha sido mas bien un intento de poner en práctica las ideas que Marx expresó en forma filosófica sin unos claros principios de interpretación política11.

Aunque el marxismo ya no es “el horizonte intelectual de nuestra época” como quería Sartre, la nueva crisis mundial que estalló en 2008 vino a recordarnos que al menos el diagnóstico crítico de Marx sobre la dinámica de expansión del capitalismo con sus crisis periódicas y con su carga de miseria, exclusión y violencia sistémica, permanece vigente. Las reediciones de El Capital se reactivaron entonces en todo el globo mientras que el nuevo best-seller en materia económica que vino a mostrar la relación entre aumento de la tasa de acumulación del capital y crecimiento de la desigualdad, se titulaba justamente El Capital del siglo XXI (Piketty). Esto no significa que Marx ofrezca una solución a las dificultades económicas actuales.

En sus escritos económicos hay una investigación muy valiosa sobre el funcionamiento del capitalismo de su época, sus tendencias a la acumulación del capital, el funcionamiento del ciclo económico, su internacionalización; pero no encontramos en El capital ni una versión única de la crisis ni una visión de una caída final automática, puramente económica. Para que ello se diera debía concurrir el factor activo, subjetivo, consciente, el proletariado. Marx dejó su gran obra, El capital, sin acabarla. No creo que se pueda decir con rotundidad que esté clara su última palabra acerca de estas cosas. Marx nunca abandonó su fe en el final inevitable del capitalismo, pero en cuanto al modo y momento en que éste iba a producirse murió sin dar una respuesta técnica clara, como en otras cuestiones, sin completar su pensamiento. Así, aunque de otro modo, seguimos leyendo a Marx en el siglo XXI. Pero no para volver a Marx sino para ir más allá de Marx.

Marx es una figura intelectual sobresaliente y políticamente comprometida de una época histórica pasada, la de la Revolución francesa, la Comuna de Paris, la filosofía de Hegel, de la primera industrialización inglesa y de la economía política que emanó de ella. Hoy habitamos en un mundo más globalizado, plural, complejo y dinámico, muy distinto al de finales del siglo XIX, y para comprenderlo, Marx, a excepción de algunas ideas e inspiraciones que he comentado, poco puede ayudarnos en ello. Más que citar a Marx, de la misma manera que los escolásticos citaban a Aristóteles o la Biblia, nos ayudaría poder contar con su talento para interrogar el mundo, su voluntad y capacidad de conocer, con el fin de abrir nuevos espacios para el pensamiento y la acción. Como le dijo Engels al socialdemócrata ruso Voden en una de sus visitas en las que este le apremiaba para que publicara lo antes posible todos los escritos de Marx: “preferiría que los militantes, rusos o no, acabaran por una vez de ir buscando citas de Marx [y de él mismo], y que en lugar de ello pensaran tal como Marx hubiera pensado en su lugar”.

Mayo, 2018


1Michael Heinrich, “Je ne suis pas marxiste” (online 06/09/2016). También, Francisco Fernández Buey, “De la polémica al sistema” en Engels y el marxismo, Fundación de Investigaciones Marxistas, Madrid, 1994, pp.73-85. Engels aceptó la tarea de escribir el Anti-Dühring como un sacrificio. Así se quejaba en una carta a Marx el 28 de mayo de 1876: “Tú lo has dicho muy bien. Puedes quedarte en el cálido lecho, ocuparte de las relaciones agrarias rusas en particular y de la renta territorial en general: nada te lo impide. Y, mientras, yo debo sentarme en el duro banco y hartarme de vino frío, interrumpirlo todo de golpe y ajustar cuentas con ese pesado de Dühring. No queda más remedio que obrar así, aunque voy a verme metido en una polémica cuyo fin no es posible prever en absoluto; pero si no lo hago, ni yo mismo estaré tranquilo”. Por otra parte, el hecho de que Marx se comprometiera a escribir la parte de la crítica a Dühring dedicado a la historia de las teorías económicas acabó de convencer a Engels de la necesidad de hacer el sacrificio. En el prólogo a la segunda edición del libro Engels asegura que sometió el manuscrito a la aprobación de Marx.

2Antes de 1914 Engels gozó de gran reputación. Fue, en mayor medida que Marx, responsable de la difusión del marxismo dentro del movimiento socialista como un saber sistemático que prometía respuestas a todas las cuestiones de filosofía, de ciencias naturales y ciencias sociales. Sin embargo, después de 1914 y de la revolución rusa, se cuestionó más su posición. Dos obras escritas por Engels, en vida de Marx, serán la prueba de las mayores acusaciones, las observaciones hechas por Engels en la Dialéctica de la Naturaleza y La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring, esta última con la participación de Marx y considerada la obra fundacional del marxismo. Las diferencias entre Engels y Marx se convirtieron en objeto de disputa en los marxismos posteriores. Engels pasó a ser el responsable de la vulgarización del marxismo, y de sus formulaciones mas deterministas, economicistas o cientifistas. Algunos autores, como Maximilien Rubel, destacaron de forma extrema esta diferenciación entre uno y otro (“La leyenda de Marx o Engels como fundador (1972)”, recogido en Marx sin mito, Octaedro, Barcelona, 2003, pp. 31-36). Por mi parte, me identifico con los que, sin negarlas, matizan estas diferenciaciones en, “¿Engels contra Marx?”, en La modernidad en la encrucijada. La crisis del pensamiento utópico en el siglo XX: el marxismo de Marx, Gakoa, Donostia, 1997, pp.28-32.

3McLellan, David, Karl Marx. Su vida y sus ideas, Crítica, Barcelona, 1983, p.489

4Gareth Stedman, Jones, Karl Marx. Ilusión y grandeza, Taurus, Madrid, 2018, pp.616-618

5Río, Eugenio del, La sombra de Marx, Talasa, Madrid, 1993, pp.77-78

6Sacristán, Manuel, Pacifismo, Ecología y Política Alternativa, Icaria, Barcelona, 1987, pp.109-110

7Hoy es el día en que aún no existe una edición crítica completa en lengua alemana de sus obras. En 1921, David Riazánov fundó en Moscú el Instituto Marx-Engels donde, al año siguiente, inició un ambicioso proyecto: la publicación de las Marx-Engels Gesamtausgabe, las obras completas de Marx y Engels en 42 volúmenes (lo que se conoce como “primera MEGA”). Sin embargo, Stalin, en una de sus purgas, fusiló a Riazánov y paralizó el proyecto. Hubo que esperar a mediados de la década de 1970 para que, tras el deshielo, en la República Democrática Alemana se volviera a plantear una iniciativa de edición filológicamente rigurosa de los textos originales de Marx. Pero, de nuevo, la historia volvió a inmiscuirse. La implosión del bloque socialista interrumpió el proceso de publicación, que se reanudó a finales de la década de 1990 gracias al esfuerzo coordinado de institutos de investigación de Alemania, Holanda y Rusia. El proyecto, conocido como “segunda MEGA”, es una obra editorial monumental que se espera alcance los 115 volúmenes -62 ya han sido producidos- y concluya el año 2025.

8Para Simone Weil, los problemas con los que se ha encontrado el marxismo no se deben fundamentalmente a los cambios históricos: “En mi opinión, no son los acontecimientos los que imponen una revisión del marxismo, es la doctrina de Marx la que, en razón de las lagunas e incoherencias que encierra, está y lo ha estado siempre muy por debajo del papel que se le ha querido hacer desempeñar; lo que no significa que se haya elaborado entonces o después algo mejor” (Sobre las contradicciones del marxismo (I), proyecto de artículo, 1937, extraído de Escritos Históricos y Políticos, Trotta, 2007).

9“Cuando Marx afirma que el modo de producción de la vida material determina el proceso social -comenta Eugenio del Río- está empleando determina en un sentido hegeliano para referirse simultáneamente a tres aspectos que se manifiestan íntimamente unidos: (1) la atribución, por parte del elemento determinante, de las propiedades que singularizan al objeto determinado; (2) los límites que lo condicionan; y (3) los nexos que gobiernan las relaciones entre lo determinante y lo determinado. En cualquier caso, esta relación de determinación posee un significado muy especial y complejo, irreductible a una relación simple de causa-efecto, que es a lo que acabará reducida con frecuencia en el marxismo”. La sombra de Marx. Talasa, Madrid, 1993, p 176.

10Kolakowski, Leszek, Las principales corrientes del marxismo I Los fundadores. Alianza Universidad, Madrid, 1985, pp.368-369

11Kolakowski, L, op.cit.,1985, p.417