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Kepa Bilbao
(Del libro La modernidad en la encrucijada. La crisis del pensamiento utópico en el siglo XX: el marxismo de Marx, Gakoa, Donostia, 1997)

La concepción de la historia en Marx, columna vertebral de su pensamiento, se formará fundamentalmente, entre otros, con dos elementos de distinta procedencia. Uno hegeliano: la idea de proceso y de evolución; el otro, el materialismo de Feuerbach. Para ello, Marx prescinde del idealismo hegeliano, aunque conservando el ritmo del proceso de la idea y prescinde también del aspecto pasivo, especulativo del materialismo de Feuerbach, introduciendo en él la actividad práctica del hombre; actividad productora de donde se derivarán las demás relaciones sociales e incluso las mismas ideas.

Esta síntesis entre materialismo e idealismo lleva a la praxis. Marx acepta el materialismo de Feuerbach pero lo critica como pasivo y contemplativo. A esto dedicará la famosa tesis onceava sobre Feuerbach: No se trata por tanto de interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo.

La Ideología alemana, escrita junto con Engels en Bruselas entre septiembre de 1845 y mayo de 1846, contiene la exposición más detallada que escribió Marx sobre su concepción de la historia. Concepción que habría de ser el “hilo conductor” de todos sus estudios sucesivos. (1)

En el resto de su obra nos encontramos con resúmenes que coinciden con los elementos fundamentales que aparecen en La Ideología alemana: Carta a Annenkov el 28-12-1846, con algunas partes de Miseria de la filosofía, con el Manifiesto, en el Capital, pero la formulación general más conocida es la incluida en el Prefacio a Una Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859).

Pocos textos como el Prólogo del 59 ha habido en la historia del pensamiento humano que hayan suscitado tantos debates, controversias, desacuerdos y conflictos de interpretación.

Así la determinación del ser social sobre la conciencia o de la base sobre la superestructura se ha interpretado en un sentido determinista fuerte ( lo determinado no contiene nada -o poco menos- que no esté incluido en lo determinante, entre lo determinante y lo determinado hay una relación de causa-efecto…) y en un sentido débil ( como sinónimo de influir o condicionar). La relación entre la base económica y la superestructura también ha dado lugar a interpretaciones diferentes. Unos han tendido a considerar que se trata de una relación que opera en un sentido único, otros han defendido que se trata de una relación de ida y vuelta ( la base determina la superestructura que a su vez influye sobre la base) (2). Resulta imposible resumir en unas pocas líneas dicho debate, simplemente señalaré de forma sumaria algunas cuestiones en torno a dicho tema.

Las ideas centrales que Marx sostiene en el Prólogo se pueden resumir de la siguiente forma. La estructura económica de la sociedad, constituida por sus relaciones de producción, es el verdadero fundamento de la sociedad. Es la base real sobre la que se levanta una supraestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. Por otro lado, las propias relaciones de producción de la sociedad corresponden a una determinada fase de desarrollo dentro de sus fuerzas productivas materiales. De esta forma, el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general.

Al desarrollarse esas fuerzas productivas dentro de la sociedad, chocan con relaciones de producción establecidas que obstaculizan su crecimiento. Y se abre así una época de revolución social mientras esta contradicción divide a la sociedad, y los hombres, de una forma más o menos ideológica, adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. El conflicto se resuelve a favor de las fuerzas productivas y unas nuevas y más elevadas relaciones de producción, cuyas previas condiciones materiales han madurado en el seno de la sociedad, emergen acomodándose mejor al crecimiento continuado de la capacidad productiva de la sociedad. El modo burgués de producción representa la más reciente entre las varias épocas progresivas en la formación económica de la sociedad, pero es la última forma antagónica de producción. Con su desaparición, la prehistoria de la humanidad habrá concluido.

Estamos, pues, ante una teoría de la historia que intenta distinguir los principales aspectos de la vida social, explicar la relación estructural entre ellos y también los cambios sociales. Es, también, una teoría de la secuencia histórica de los modos de producción: el asiático, el de la esclavitud, la servidumbre y el capitalismo. Cada uno de estos modos de producción tiene una base económica y una superestructura política e ideológica. El estudio económico del capitalismo es, cuantitativamente hablando, la parte más importante de su obra con mucho.

En el Prólogo Marx levanta un edificio estructuralista con conexiones deterministas claras. Como señala Bottomore, el énfasis en el análisis de las clases está sorprendentemente ausente en el Prólogo, a diferencia de La Ideología alemana. (4)

Para Jon Elster, la teoría de la historia de Marx no es simplemente una teoría que otorga un lugar privilegiado a los factores económicos. Es, más específicamente, una forma de determinismo tecnológico. El ascenso y caída de los sucesivos regímenes de propiedad se explican por su tendencia a promover o trabar el cambio técnico. (5)
Así mismo, para Kolakowski, la fuerza motriz definitiva del cambio histórico es la tecnología, las fuerzas productivas, todo el equipo de que dispone una sociedad, más la capacidad técnica adquirida, más la división técnica del trabajo. El nivel de las fuerzas productivas determina la estructura básica de las relaciones de producción, es decir, el fundamento de la vida social. Y especifica que Marx no considera a la tecnología como parte de la base, pues habla de un conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. (6)

1.-La cuestión terminológica

En La Ideología alemana hay una abundante terminología, equívoca, no precisa, que ha dado lugar a una confusión de ideas e interpretaciones.

Diversos autores como Jon Elster (7), Hobsbawn (8), Eugenio del Río (9), señalan que la mejor exposición en este terreno es la de Gerald A. Cohen.

A. Fuerza productiva

– Instrumentos de producción- Materias primas + Población trabajadora (No son fuerza productiva;tienen fuerza productiva)

– Capacidad productiva no humana+Fuerza productiva= FUERZA PRODUCTIVA

B. Tres pisos jerárquicamente encadenados

A. FUERZA PRODUCTIVA

En un nivel de desarrollo ( o capacidad tecnológica) Están debajo del fundamento económico o la base, sin formar parte de él.

B. ESTRUCTURA

Estructura económica o base real o relaciones de producción (o de propiedad) o sociedad civil.

C. SUPERESTRUCTURA

En el 59 es jurídica y política. Le correspondendiversas formas de conciencia.

A explica B y B explica C. B es funcional respecto a A y cuando deja de serlo se produce una crisis y C es funcional en relación con B y si no lo es habrá de acabar por transformarse.

2.-Las fuerzas motrices del desarrollo histórico

En su obra El Socialismo Utópico y el Socialismo Científico, Engels dice:

«El materialismo histórico (es) aquella concepción del curso histórico, que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de todos los acontecimientos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del modo de producción y de cambio, en la consiguiente división de la sociedad en distintas clases y en las luchas de estas clases entre sí (…) Entonces se vio que, con excepción del estado primitivo, toda la historia anterior había sido la historia de las luchas de clases, y que estas clases pugnantes entre sí eran en todas las épocas fruto de las relaciones de producción e intercambio, es decir, de las relaciones económicas de su época: que la estructura económica de la sociedad en cada época constituye, por tanto, la base real cuyas propiedades explican, en última instancia, toda la superestructura integrada por las instituciones jurídicas y políticas, así como por la ideología religiosa, filosófica, etc., de cada período histórico». (10)

La búsqueda de una causa última, de leyes universales, de una gran fuerza motriz de todos los acontecimientos históricos, es bastante propia del ambiente científico del siglo XIX como ya hemos comentado en el capítulo 3. Es un siglo en que la tendencia a buscar principios explicativos únicos o centrales, globalizadores, en cada realidad o proceso, en cada campo de la actividad científica, es bastante corriente. (11)

Marx también trata de encontrar la fuerza propulsora de la historia. En La Ideología alemana esta fuerza propulsora de la historia será la revolución. En el Manifiesto dirá que «La historia de todas las sociedades existentes hasta el presente es la historia de la lucha de clases.» En el Prólogo del 59, esa fuerza propulsora se identifica con el desarrollo tecnológico.

De las críticas tempranas que tendrá la teoría de la historia de Marx, la de mayor relieve será la de Weber, el cual, rechazando tanto la interpretación materialista de la historia como la idealista, dice: «No es tampoco sustituir una concepción unilateralmente materialista de la cultura y de la historia por una concepción contraria de unilateral causalismo espiritualista. Materialismo y espiritualismo son interpretaciones igualmente posibles, pero como trabajo preliminar; si, por el contrario, pretenden constituir el término de la investigación, ambas son igualmente inadecuadas para servir a la verdad histórica». (12)

Nada le es más extraño a Weber, como dice Freund, que el descubrimiento de pretendidas leyes generales del devenir histórico. Ello escapa a la competencia de la ciencia. La realidad empírica, infinita, no puede ser abarcada por ninguna ciencia. La historia es un campo de pruebas para los tipos más teóricos. (13)

Como dice Giddens, Weber acepta la posición radical neokantiana que parte de la completa separación lógica entre las proposiciones de hecho y las proposiciones normativas. Weber considera que es precisamente esta posición epistemológica la que distingue decisivamente su perspectiva de la de Marx: la obra de Marx, cualesquiera que sean sus méritos indudables, implica una aceptación de la ética ‘científica’ de ‘fines últimos’, con la cual trae consigo una concepción total de la historia. Para Weber, la ciencia no puede responder a la pregunta: ¿A cuál de los dioses en guerra debemos servir?. (14)

3.-La revolución en Marx

La principal fuerza motriz de la historia, para Marx, es ese crecimiento de la capacidad productiva, el cual genera cambios en las relaciones de propiedad y se conecta con la otra gran fuerza motriz, la lucha de clases a la que determina más poderosamente de lo que es determinada por ella.

El hipotético encuentro entre las dinámicas impulsadas por estas dos fuerzas motrices daría lugar a una época de revolución.

                      Dinámica tecnológica-económica
               Fuerza Productiva—-Relaciones de propiedad
                 

                    CRISIS           REVOLUCION PROLETARIA
                Proletariado                     Burguesía
                                    Dinámica social

En el Manifiesto la confluencia de estas dos dinámicas, así como la inevitabilidad del triunfo del proletariado y del socialismo es patente. Se expone una teoría general de la maduración de la crisis de la sociedad burguesa al cabo de la cual se efectúa la revolución.(15) Se establece un paralelismo entre la crisis de la sociedad burguesa y la feudal y entre el ascenso del proletariado y de la burguesía en una y otra. La sociedad burguesa ya no logra dominar las fuerzas que ha creado. Se produce, la primera dinámica, un choque entre las fuerzas productivas en continua expansión y las relaciones de propiedad. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. Junto a esto se da la segunda dinámica, producida por un empeoramiento de las condiciones de la clase obrera, un constante crecimiento, organización y fuerza que le llevará inevitablemente al choque con la burguesía y a la victoria tarde o temprano. El proletariado triunfará sobre todo porque su liberación liberará simultáneamente las fuerzas productivas condenadas al estancamiento y a la destrucción en la sociedad capitalista.

Después de más de un siglo y medio de experiencia empírica, histórica, se puede decir que ninguna de estas dos dinámicas expuestas en el esquema han funcionado de la forma prevista por Marx.

El razonamiento de Marx de que el capitalismo debía sucumbir porque había perdido o iba a perder su capacidad de progreso tecnológico, tiene, como señala Kolakowski, al menos dos supuestos: «Primero, que el progreso técnico está obligado a seguir, y segundo, que la clase trabajadora es su agente. Ambos supuestos son improbables. El primero es sólo una extrapolación de un hecho histórico ( y no una ley) de que durante largos períodos los hombres han seguido perfeccionando sus instrumentos de producción; pero no hay ninguna certeza de que sigan haciéndolo siempre, y han habido épocas de detención y regreso. En cuanto a la segunda suposición , en la sociedad capitalista, la clase trabajadora no es el exponente de ninguna forma superior de tecnología.(…) La fe de Marx en «el fin de la prehistoria» no es una teoría científica, sino la exhortación de un profeta. El efecto social de su creencia es otra cuestión». (16)

No tenemos -decía Sacristán- ninguna garantía de que la tensión entre las fuerzas productivo-destructivas y las relaciones de producción hoy existentes haya de dar lugar a una perspectiva emancipatoria.

«Lo más importante y lo más problemático que ha sembrado en la obra de Marx el «Hegel enderezado» es el «objetivismo de las leyes de la historia» que aparece en su idea de la revolución social. Sin duda es una mala lectura la que ve en esa idea un determinismo fatalista; pero ya tiene más justificación la que considera irresuelta la tensión, que está en el centro de la concepción marxiana, entre la acción de los factores objetivos u objetivados y la del subjetivo, entre la eficacia transformadora que tiene el «desarrollo de las fuerzas productivas» en su tendencial choque con las «relaciones de producción» y la afirmada necesidad del desarrollo subjetivamente revolucionario de la clase explotada». (17)

El marxismo de Marx no es voluntarismo ni fatalismo; es decir, la revolución que destruya el capitalismo no depende de voluntad alguna. Esta voluntad es la del proletariado, apoyado en la evolución previa de las fuerzas productivas.

El tema que estamos considerando, en los marxismos posteriores daría lugar a visiones diferenciadas según el lugar en el que se pusiera el acento: en el determinismo tecnológico (marxismo científico) o, en la lucha social (marxismo crítico).

4.-El reduccionismo de clase (la abolición de la propiedad privada, la familia, la religión, la nación…)

Otro de los problemas relevantes que surgen de la concepción de Marx, es su reduccionismo de clase, su visión social unidimensional. De las divisiones sociales existentes en la sociedad, la de clase, será la central, sobre la cual pivotará el resto, de una forma subordinada y fuertemente dependiente.(18) De todas las determinaciones, la económica será la principal, por encima de cualquier otra, sea ésta de nacionalidad, sexo, religión, cultural, generacional u otra. (19)

En el Manifiesto Marx y Engels sostienen la tesis de una creciente bipolarización de la sociedad y de un progresivo empobrecimiento e igualamiento de la situación económica de los distintos sectores de la clase obrera. El proletariado es designado como la clase revolucionaria o la verdaderamente revolucionaria, destinada a realizar la misión histórica de emancipar a toda a la humanidad al emanciparse así misma. La clase obrera, encarnación de la desposesión, se ve empujada a luchar contra la propiedad privada, considerada como el foco universal de la maldad social, eliminado el cual se desencadenará un proceso de transformación revolucionaria y socialista de las relaciones de producción.(20) De esta manera, el resto de las contradicciones existentes en la sociedad, de nacionalidad, sexo, religión… son vistas como contradicciones derivadas de ese foco que es la propiedad privada, eliminado el cual quedan estas superadas o eliminadas. En el Manifiesto dicen: «Las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social para la clase obrera» la familia desaparecerá cuando desaparezca el capital. La explotación de las naciones terminará con la eliminación de la explotación de clase. «En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra. Al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones, desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí». En El origen de la familia, la propiedad privada, y el Estado, Engels vincula estrictamente la existencia de la familia burguesa monogámica a la transmisión de la propiedad. Ven la acción del capitalismo ( internacional) de un modo unilateral, exagerando sus efectos unificadores. Al igual que la burguesía, el proletariado se convierte en una clase universal, con unos mismos intereses y una única misión. De ahí: «Proletarios de todos los países uníos». Combinan internacionalismo con un cosmopolitismo proletario abstracto.(21)

La representación de la sociedad en Marx y Engels será principalmente masculina. No hay en su obra una consideración particular del conflicto hombres/mujeres pero, no obstante, se encuentra una crítica radical de la institución familiar y del matrimonio, y una defensa de su superación. No hay una consideración sobre lo que en nuestro tiempo ha pasado a ser el,o uno de los problemas fundamentales, me refiero a la problemática ecológica .(22) Tampoco hay una teoría de la nación ni nada parecido a una articulación étnica de la humanidad, y sí en cambio una articulación según características de clase. Como ya he dicho, será la clase, el conflicto entre las clases, el centro de atención principal. Para Marx y Engels, el nacionalismo, como la religión,(23) es un fenómeno temporal generado por la ascensión de la burguesía, es una falsa conciencia que divide a los trabajadores y les impide ver su verdadera condición, es un mero subproducto de la evolución de las fuerzas productivas que ha de desvanecerse cuando inevitablemente el capitalismo desaparezca. Este principio se convertirá en un dogma para todas las escuelas marxistas. En general, en relación a esta cuestión, y dicho de una forma sumaria, hay una subestimación de los sentimientos nacionales, numerosas inconsistencias y afirmaciones nada afortunadas. En la obra de Marx y Engels, la autodeterminación tiene un alcance limitado ( sí para unas, pero no para todas las naciones), condicionado ( al papel que desempeña la lucha nacional en cada momento) y subordinado ( a los intereses y estrategia de la revolución). Todo esto, está unido en Marx a su filosofía de la historia, a la idea de la definitiva socialización de la nación, de su desaparición junto al resto de instituciones intermedias entre el individuo y la humanidad, como es el Estado, la familia, la iglesia, etc. . (24)

La comunidad nacional, que muchos románticos consideraban como el paradigma de la vida orgánica, está siendo disuelta por el progreso del capitalismo. Los trabajadores no tienen patria, ni tampoco la tiene el capital. El nacionalismo, la conciencia nacional decae, pierde su fuerza bajo la presión del capital monopolista y la conciencia internacionalista del proletariado. Estas eran las ideas que se respiraban en las filas socialistas de la época. Pero en vísperas de la I Guerra Mundial, cuando los obreros alemanes o checos tuvieron que decidir si eran primero obreros o alemanes o checos, eligieron lo segundo.

El marxismo y el pensamiento social liberal de Occidente del siglo XIX y principios del XX fue asombrosamente eurocentrista. Ambos desestimaron los sentimientos nacionales e ignoraron el vigor político del nacionalismo, que para ellos era un atavismo, una reliquia irracional de un pasado bárbaro o un regreso a él que significa retroceso. El llamamiento a favor de una identidad nacional común estuvo frecuentemente vinculado a una denigración etnocéntrica de los grupos nacionales más pequeños. El pensamiento decimonónico solía distinguir entre las grandes naciones como, Francia, Italia, Inglaterra, Polonia, España, Alemania, Hungría y Rusia, de las nacionalidades más pequeñas como los croatas, vascos, escoceses, galeses, serbios, checos, eslovacos, búlgaros, rumanos y eslovenos. A menudo, la afirmación nacional, el nacionalismo de estos últimos, tachados con la desafortunada idea hegeliano-marxista de pueblos sin historia, fue condenado como un obstáculo al progreso. Así, uno de los mayores inspiradores del liberalismo, J.S. Mill, insistía en la consideración de que para un escocés de las tierras altas era indiscutiblemente mejor pertenecer a Gran Bretaña, o para un bretón o un vasco de la Navarra francesa formar parte de Francia: << Nadie puede dudar de que no sea más ventajoso para un bretón o para un vasco de la Navarra francesa ser arrastrado en la corriente de ideas y de sentimientos de un pueblo altamente civilizado y culto -ser miembro de la nacionalidad francesa, todos los privilegios de un ciudadano francés, participando de las ventajas de la protección francesa y de la dignidad y prestigio del poder francés-, que vivir adheridos a sus rocas, resto semisalvaje de los tiempos pasados, girando sin cesar en su estrecha órbita intelectual, sin participar ni interesarse en el movimiento general del mundo. La misma consideración es aplicable al galo o al escocés de las montañas como miembro de la nación británica >>. (25)

Liberales, marxistas, racionalistas, se hallaban impregnados por el concepto victoriano de progreso, nacido de la expansión material y el avance científico. Se daba por sentado que progreso significaba asimilación paulatina de las normas y valores de las naciones avanzadas, entendidos como universalmente válidos. El nacionalismo de los grandes Estados ya constituidos, satisfechos, se disfrazaba de cosmopolitismo para justificar el expolio económico y el desdén por las culturas y políticas periféricas. A nivel mundial, esto cobró la forma de imperialismo cultural y económico y ha servido para legitimar el colonialismo y la destrucción de las raíces culturales de los pueblos colonizados. (26)

5.-Ultimos retoques a la teoría

a) La cuestión rusa.

En los últimos años de su vida Marx se preocupó por la cuestión rusa.(27) En 1877 escribió una carta a la redacción de la revista rusa Otetschestwennyje Sapiski ( Anales de la Patria), en la que respondía a un artículo de Michailowski, el cual afirmaba que los rusos debían buscar su propio camino y un ritmo de desarrollo distinto del seguido por el occidente europeo; el esquema de la evolución histórica trazado por Marx quedaba en cuestión. Marx no envió esta carta. Después de su muerte, Engels la encontró entre sus papeles y fue publicada en lengua rusa en 1886. (28)

En la carta, Marx protesta contra la universalización de su esquema sobre el origen y desarrollo del sistema capitalista en occidente y de su conversión en una teoría histórico-filosófica de la marcha del desarrollo general impuesta fatalmente a todos los pueblos. Aunque eso sí, añade que si en Rusia se desarrollaba el régimen capitalista, tendría que seguir el largo camino del desarrollo de tal sistema antes de alcanzar la etapa comunista. Así mismo dice que en la orientación que siguen los países influye el medio histórico, el cual dio una orientación diversa a la evolución de la sociedad romana y a la transformación de la sociedad medieval. Termina la carta con la siguiente frase: «Si se estudiara cada uno de estos desarrollos en sí y entonces se les comparara entre sí, se encontraría fácilmente la llave de estos fenómenos, pero nunca se obtendrá la llave universal de una teoría de la filosofía de la historia, cuyo máximo privilegio consiste en ser suprahistórica».

En 1881, Vera Zasulich, escribió a Marx para pedirle su opinión sobre las perspectivas del futuro desarrollo histórico de Rusia, y muy especialmente sobre el valor y el papel que en ese desarrollo pueda jugar la comunidad rural rusa .(29) Marx le contestará diciendo, entre otras cosas, que su análisis de El Capital no contiene pruebas ni a favor ni en contra de la vitalidad de la comuna rural, pero que está convencido de que ésta podrá convertirse en el germen del renacimiento social de Rusia y dice: «Lo que amenaza la vida de la comuna rusa no es la necesidad histórica, ni una teoría social, es la opresión del Estado y la explotación de los capitalistas introducidos en ella que con ayuda del Estado se hicieron poderosos a expensas y a costa de los campesinos».

El camino trazado hasta entonces por Marx a través del desarrollo del capitalismo era un proceso imposible para los populistas rusos. Nicolai F. Danielson (conocido por Nicolai-on), traductor de El Capital al ruso,indicó a Marx la posibilidad de desarrollar el mir en sentido comunista y aprovechar esta base agraria para lograr dicho objetivo. Así, en el prólogo a la traducción rusa del Manifiesto escrito por Marx y Engels en 1882 dicen: «La cuestión es: la Obschtschina ( comunidad rural), una forma de la primitiva propiedad comunal del suelo, que ha sido ya ciertamente destruida en gran medida, ¿ puede pasar a la forma comunista más alta? ¿O debe, por el contrario, recorrer antes el mismo proceso de disolución que constituye el desarrollo histórico del Oeste? La única respuesta a esta cuestión es hoy la siguiente: si la revolución rusa se convierte en la señal de una revolución obrera en el Oeste, de suerte que ambas se complementen mutuamente, entonces la actual comunidad rusa del suelo puede servir como punto de partida de un desarrollo comunista». (30)

Como se puede ver el viejo Marx al enfrentarse al proceso revolucionario ruso no plantea su esquema de revolución visto anteriormente. Considera la posibilidad del socialismo donde no ha habido desarrollo capitalista, aunque bien es verdad que no lo ve posible sin contar con la ayuda de la revolución en occidente. El Capital era un estudio sobre los orígenes y el funcionamiento del capitalismo en Europa occidental, basado en su mayor parte en el caso de Inglaterra. Para Marx el occidente era el modelo que el resto de los países atrasados debían seguir. Ahora delimitará su alcance diciendo claramente: «He restringido expresamente esta inevitabilidad histórica a los países de Europa occidental». (31) La perspectiva determinista-evolucionista unilineal que marcan los textos que hemos comentado anteriormente como La Ideología alemana, El Prólogo del 59 o el Manifiesto, es rota por otra plurilineal. Ahora bien, considerar que estas últimas reflexiones rompen totalmente con su concepción de la historia expuesta reiteradamente hasta el momento, es mucho decir. En esto traería a colación las palabras de Sacristán: «no creo que esté clara la última palabra de Marx acerca de todas estas cosas que estamos discutiendo. Creo que, a pesar de la aspiración que siempre tuvo de producir obra muy terminada literariamente – lo cual es una de las causas de que dejara tanto manuscrito inédito -, Marx a muerto sin completar su pensamiento, sin pacificarse consigo mismo». (32)

Como señala Gouldner, «La presión de la revolución en Rusia hizo que Marx y Engels quitasen el cerrojo -pero no abrieran realmente – a la puerta para un marxismo totalmente voluntarista y crítico que volviese la espalda a los severos requisitos estructurales de su propio marxismo científico». (33)

La revolución rusa de 1917 y casi todas las que le sucedieron no siguieron ni confirmaron la teoría de la revolución expuesta por Marx. La mayoría se han producido en países predominantemente agrarios, donde las relaciones capitalistas de producción estaban escasamente desarrolladas y tampoco pudieron contar, como pensaba Marx, con la ayuda material que podía haberle prestado la revolución en occidente. Como dice Skocpol: «Hasta hoy en la moderna historia universal, las revoluciones sociales, aunque entrañen elementos de conflictos de clase, claramente no se han conformado a las previsiones teóricas o a las visiones morales de Marx. Han ocurrido en países agrícolas (…) no en las naciones industriales capitalistas más avanzadas. Y ni aun aquellas revoluciones que han expropiado a las clases capitalistas interiores en nombre de los ideales socialistas han redundado hasta hoy, en las prósperas y democráticas sociedades comunistas pensadas por Marx ». (34)

b) Enmiendas de Engels a la teoría.

En sus últimos años Engels reconoció que la teoría, llamada por él mismo materialismo histórico, no había sido bien formulada y que por refutar el idealismo hegeliano habían caído en el extremo contrario. En una carta dirigida a Bloch en septiembre de 1890 dice: «A Marx y a mí mismo se debe achacar, en parte, la responsabilidad de que nuestros seguidores concedan algunas veces mayor importancia que la que corresponde al aspecto económico. Frente a nuestros contradictores, teníamos que defender el aspecto que estos negaban principalmente, y así no siempre tuvimos la ocasión, el tiempo y el lugar para hacer justicia a los otros momentos que tomaban parte en esta contradicción».

En algunas otras conocidas cartas de esta época, previno contra las formulaciones exageradas del llamado determinismo histórico. Las formulaciones de textos anteriores, como las de la Ideología alemana, El Prólogo o el Manifiesto, presentan a menudo conexiones en una dirección , al subrayar que el ser social determina la conciencia social o que las condiciones materiales determinan las ideologías. No destacaban la influencia recíproca como ahora lo haría Engels: «Aun cuando el modo material de existencia es el primum agens, esto no impide que las esferas ideológicas reaccionen a su vez sobre él, imprimiendo un efecto secundario» ( carta a Conrad Schmidt, 5 de agosto de 1890). (35)

Pero este efecto de interacción es limitado por afirmaciones según las cuales, en última instancia es la base económica la que determina la superestructura. Aunque Engels no explicó nunca qué quiso decir con lo de en última instancia, ello no cambia sustancialmente, la prioridad otorgada anteriormente a la base económica: «Según la concepción materialista de la historia, el elemento determinante de la historia es en última instancia la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Por consiguiente, si alguien lo tergiversa transformándolo en la afirmación de que el elemento económico es el único determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y absurda. La situación económica es la base, pero las diversas partes de la superestructura (…) también ejercen su influencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos predominan en la determinación de su forma. Hay una interacción de todos éstos elementos (…) Hacemos nuestra propia historia, pero en condiciones muy determinadas. Entre éstas, las económicas son en definitiva las decisivas. Pero las condiciones políticas, etc., e incluso las tradiciones que obsesionan a los cerebros humanos también desempeñan un papel, aunque no decisivo…» . (36)

Si bien en las líneas precedentes Engels combate el economicismo, Gouldner se pregunta: ¿Qué es, entonces, lo que pretende Engels? ¿proteger la prioridad de lo económico, limitarla o socavarla? El paradigma de interacción sistémica que Engels hizo cristalizar era ambiguo, síntoma de un conflicto que trataba de refrenar. El marxismo científico interpretaría este paradigma en el sentido de afirmar el poder de lo económico en última instancia; el marxismo crítico podía entenderlo como admitiendo la importancia de la superestructura y, mediante su énfasis en la interacción, como un paso hacia la prioridad de la totalidad. De este modo, el paradigma de Engels abrió el camino para el desarrollo del marxismo científico y del marxismo crítico. (37)

Como señala Kolakowski, Marx es, en parte, responsable, por así decirlo, de las ideas hipersimplificadas y vulgarizadas que pueden defenderse mediante muchas citas de su obra. Ahora bien: «El materialismo histórico es un principio heurístico valioso, que obliga al estudioso de conflictos y movimientos de todo tipo -políticos, sociales, intelectuales, religiosos y artísticos- a relacionar sus observaciones con los intereses materiales, incluidos los derivados de la lucha de clases (…) Si esto es obvio, es porque el marxismo lo ha hecho obvio.» (38)


(1) Esta obra no pudo ser publicada por Marx y Engels a pesar de los esfuerzos hechos por los autores para encontrar un editor. En carta a Annenkov dice Marx : «Usted no tiene idea de las dificultades con las que tales publicaciones chocan en Alemania; de una parte la acción de la policía; de otra, el hecho de que los editores son representantes interesados de todas las tendencias que yo ataco». ( WERKE t. 27 pag. 462). No se publicó íntegramente hasta 1932. Era desconocida en el período de la II Internacional (1888-1914). Ver McLellan, Op. Cit. p.161 y ss.

(2) THOMPSON, E.P. Socialist Humanism, The New Reasoner, Verano, 1957, p.113. Comentando sus objeciones al modelo base-superestructura, señala que tales metáforas ( mecánicas y orgánicas) tienden necesariamente al reduccionismo y que, a pesar de que Marx y Engels siempre «han tenido presente ( la) interacción dialéctica entre la conciencia social…y el ser social, la metáfora base-superestructura redujo (su) concepto de proceso a un torpe modelo estático». Es más, es «un modelo malo y peligroso, ya que Stalin lo utilizó no como un modelo de hombres que evolucionan en sociedad, sino como un modelo mecánico, funcionando semi-automáticamente e independientemente de toda acción humana consciente».

(3) «Cuando Marx afirma que el modo de producción de la vida material determina el proceso social – comenta Eugenio del Río- está empleando determina en un sentido hegeliano para referirse simultáneamente a tres aspectos que se manifiestan íntimamente unidos: (1) la atribución, por parte del elemento determinante, de las propiedades que singularizan al objeto determinado; (2) los límites que lo condicionan; y (3) los nexos que gobiernan las relaciones entre lo determinante y lo determinado. En cualquier caso, esta relación de determinación posee un significado muy especial y complejo, irreductible a una relación simple de causa-efecto, que es a lo que acabará reducida con frecuencia en el marxismo.» La sombra de Marx. Talasa, Madrid, 1993, p 176.

(4) BOTTOMORE, Tom. Diccionario del pensamiento marxista.Tecnos, Madrid, 1984, p. 534.

(5) ELSTER, Jon. Una introducción a Karl Marx. Siglo XXI, Madrid, 1991, p 110-111.Para Jon Elster, la teoría de Marx es : <>. Op. Cit. p 108.

(6) KOLAKOWSKI, L. Op. Cit. p 337. Este autor, ve en Saint-Simon un precedente a la teoría de Marx. La conclusión a la que llegó – dice – aunque no la elaborara sistemáticamente, fue similar a la del materialismo histórico. Esto es, que todo cambio político se debe a la evolución de los instrumentos de la producción, y que la tecnología actual requería el correspondiente cambio político. p.192.

(7) ELSTER, J. Op. Cit. p 126. Para este autor el libro de COHEN, Gerald A. La Teoría de la historia de Karl Marx. Una defensa. Siglo XXI, Madrid, 1986., supera todos los anteriores tratamientos sobre el materialismo histórico. Ambos son representantes del marxismo analítico anglosajón.

(8) Citado en HARVEY J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos, Universidad de Zaragoza, 1989, p.142 de HOBSBAWM, E. New Stateman, 1979, p.154-5,

(9) DEL RIO, E. La sombra de Marx. Talasa, Madrid, 1993, p 173-4. Tomo de Eugenio del Río el esquema.

(10) ENGELS,F. Del socialismo utópico al socialismo científico. Moscú, Obras Escogidas, Progreso, 1978, t.III, p 107 y 139.

(11) Sobre este particular, resulta de gran interés el ensayo de M. Sacristán. El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia. Op. Cit. p 317 y s.

(12) WEBER, Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Península, Barcelona, 1979, p 261-262. Weber trata en esta libro de corregir los excesos deterministas, economicistas, de Marx, de la misma forma que éste trató de corregir el exceso contrario propio de la concepción idealista de la historia. Frente al monismo, o monocausalismo, en Weber encontramos un principio de multicausalidad.

(13) FREUND, J. Sociología de Max Weber. Península, Barcelona, 1967, p 121.

(14) GIDDENS, Anthony. El capitalismo y la moderna teoría social. Labor, Barcelona, 1977, p 318. En este interesante estudio, el autor expone las ideas sociológicas de Marx, Durkheim y Weber, considerando algunos de los principales puntos de divergencia entre las opiniones de Marx, por un lado, y las de los otros dos autores, por otro.

(15) Sobre los factores de la revolución en Marx, además del Manifiesto, El Prólogo del 59, ver La ideología alemana. L´Eina, p 35-6, 38, 49, 60-2, 70-5.

(16) KOLAKOWSKI, Leszek. Op. Cit. p 373.

(17) SACRISTAN, M. Pacifismo, Ecología y Política Alternativa. Icaria, Barcelona, 1987, pp.105 y 125.

(18) Aun siendo central en la teoría de Marx el concepto de clase, ni Marx ni Engels lo expusieron de una forma sistemática. Los manuscritos que forman lo que se conoce como Libro III de El Capital terminan sin concluir, justo, cuando Marx abordaba el tratamiento conceptual de las clases sociales.Como señala Anthony Giddens: «en los escritos de Marx, el concepto de clase se emplea libremente sin ofrecer una definición formal». La estructura de clases en las sociedades avanzadas. Alianza Universidad, Madrid, 1989, p 25-26.

(19) LAROQUE, Pierre. Las clases sociales. Oikos-Tau, Barcelona, 1971, p 42. El ser humano, dice, no solo pertenece a su clase. Es parte integrante de múltiples grupos sociales que se interfieren con las clases sociales y cuya influencia es, a veces, igual o superior.

(20) En el Manifiesto Comunista se presenta la abolición de la propiedad privada como el resumen del comunismo. En la Ideología alemana se dice que lo uno lleva necesariamente a lo otro ( L´Eina, Barcelona, 1988, p 76). En el socialismo del siglo XIX es unánime la consideración de la propiedad privada como el foco de todos los males de la sociedad ( Morelly, Mably…), y la convicción de que su eliminación traería la igualdad.

(21) El cosmopolitismo que tiene sus raíces en la Ilustración conlleva como aspecto débil la no consideración de la dimensión comunitaria del ser humano. Esta es una de las herencias menos reivindicables de la Ilustración. El sueño de la Ilustración de un mundo sin prejuicios, sin herencias, sin pasado, sin otras creencias y opiniones que las forjadas en la Razón, a menudo, ha llevado a mirar con recelo las diferencias culturales, nacionales o religiosas, considerándolas un perjuicio, algo negativo a superar. La influencia de este aspecto en Marx y en el marxismo de la II Internacional la estudia J. Villanueva en Lenin y las naciones, edit. Revolución, Madrid, 1987. p. 27 y s.

(22) El desarrollo de las fuerzas productivas ha llegado -dice Mario Gaviria- a producir una capacidad destructiva tal que van en contra de la supervivencia de la Humanidad. Este problema no estaba tan presente cuando Marx vivió. Marx era un desarrollista, con una fe ciega en que el desarrollo de las fuerzas productivas liberaría a la Humanidad. El sentido prometeico del hombre, dominador de la naturaleza, que la humaniza, a la vez que él mismo se humaniza sometiéndola, es un concepto esencial de su pensamiento. Para el Marx decimonónico (…) sólo la abundancia permitiría la aplicación del comunismo, a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus capacidades. La abundancia conduce a la liberación. Marx no fue ecologista, ensayo incluido en Cien años después de Marx. Akal, Madrid, 1986, p 674 y s. . Se ha solido señalar como elementos de sensibilidad ecológica en Marx, la oposición a la afirmación lasalleana según la cual «El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura» por la de «La naturaleza es la fuente de los valores de uso ni más ni menos que el trabajo»,en la Crítica al Programa de Gotha (1875), así como el tratamiento de la renta agraria en el tomo III de El Capital. Dado el saber ochocentista, no será fácil ir más allá en este tipo de problemas, aunque Joan Martinez Alier, en L´ecologisme i l´economia, Edicions 62, Barcelona, 1984, ha señalado que hacia la misma época la temática ecologista estaba en primer plano en la obra de Clausius, Jevons y otros autores ocupados también de cuestiones económicas, citado por J.R. Capella en Los ciudadanos siervos, Trotta, Madrid, 1993, p.166. Es interesante el artículo de M. Sacristán » Algunos atisbos político-ecológicos en Marx», en Sobre ecologismo, pacifismo y política alternativa, Icaria, Barcelona,1987.

(23) Para el pensamiento ilustrado, que tanto influyó en Marx, la religión era una cosa del pasado, una superstición, que estaba condenada a desaparecer con el desarrollo de la nueva religión laica, intramundana: la fe en el Progreso, la Razón, y la Ciencia. Marx realizó una crítica reductora de la religión, tratándola de ideologia, falsa conciencia, opio del pueblo. Pese a la función correctora y depuradora que la crítica racionalista ilustrada, tanto en su primera fase dieciochesca (Holbach), como la más refinada de los llamados filósofos de la sospecha (Marx, Nietzsche y Freud) ha ejercido en la religión cristiana occidental, ésta ha mostrado una persistencia y capacidad de coexistencia con la ciencia que muestra que la religión no se agota en esa función manipuladora, función que por otra parte no es de su exclusiva propiedad, sino que la encontramos en otras ideologías políticas y sociales. A estas alturas frente aquel optimismo ilustrado sabemos que la religión, lo religioso, es algo más extenso, variado, profundo y complejo y ante el cual no caben posturas arrogantes, de superioridad ( ¿desde dónde? ¿desde la ciencia?), sectarias ni simplificadoras como son las que se dieron en los herederos de Marx, los cuales no sólo no enderezaron tal concepción reductora , sino que en muchos casos la agravaron. A la luz de los hechos podemos decir que si bien la religión en Occidente pierde parte de sus funciones sociales y no sale indemne del proceso de modernización, no desaparece, sino que de alguna manera se cumple loque ya Durkheim dijera: la religión está más llamada a transformarse que a desaparecer.

(24) MILL, J.S. Del Gobierno representativo. p 185.

(25) Ibídem

(26) Tanto marxistas, socialdemócratas, como liberales europeos, en sus diversas líneas y representantes, (salvo raras excepciones como la de los austro-marxistas Otto Bauer y Karl Renner) nunca han entendido lo que ya Herder dijo en el siglo XVIII, esto es, que entre las necesidades más elementales del ser humano, no sólo está la de alimentarse, procrearse o comunicarse, sino también la de pertenecer a un grupo. Siempre partidarios de Estados multinacionales, convencidos de que cuanto más grande e inclusiva sea la unidad política, tanto mejor y recelosos de autodeterminaciones colectivas, nacionales, que no individuales, contrarios al derecho de los pueblos a gobernarse a sí mismos, a separarse de esas grandes o no tan grandes unidades políticas si así lo desean.

(27) SHANIN, Teodor. El Marx tardío y la vía rusa. Revolución, Madrid, 1990. El artículo de Haruki Wada ofrece un análisis de la evolución del pensamiento de Marx desde 1867, p 59-101.También Alvin Gouldner, Op.Cit. p 254 y ss.

(28) Ibídem. p171-174.

(29) Ibídem. Correspondencia Marx-Zasulich. Cartas y borradores. p 125-161.

(30) Ibídem. p 175-177.

(31) Ibídem. p 132.

(32) SACRISTAN, M. Op. Cit. p 109-110.

(33) GOULDNER, Alvin.Op. Cit. p 265.

(34) SKOCPOL, Theda. Los Estados y las revoluciones sociales. F.C.E. México, 1984, p 450. En este interesante análisis comparativo sobre las revoluciones en Francia, Rusia y China, Skocpol señala tres principios analíticos que le han resultado de utilidad en su estudio para explicar las revoluciones desde arriba y desde abajo en los países agrarios en vías de desarrollo: 1) una concepción no reduccionista de los Estados; 2) un análisis social y estructural de la situación del campesinado dentro del antiguo y nuevo régimen (y, en el caso de las revoluciones sociales desde abajo, en relación con la dirección revolucionaria organizada); y 3) una especial atención a la competencia militar internacional entre los Estados dentro de la economía capitalista mundial históricamente en vías de desarrollo.

(35) Correspondencia Marx-Engels, en tres tomos, México,Cultura Popular, 1972, t.III, p 163.

(36) Ibídem. Carta a J. Bloch, 21 de septiembre de 1890; t.III, p 166-7.

(37) GOULDNER, Alvin. Op.Cit. p 267-8.

(38) KOLAkOWSKI,L. Op. Cit. p 368-369.